Hace mucho tiempo en un pueblo llamado “El Milagro” vivía una humilde familia a la que todos los vecinos llamaban cariñosamente “Los Tíos”. Eran muy bondadosos con todo el que pasaba por su pequeña granja, tenían muchos animales, árboles frutales y un inmenso jardín, que todos admiraban por su variedad de plantas y flores.
Lo extraño era que no había agua en la comunidad. Para obtenerla tenían que ir muy lejos y la acarreaban en tambos para almacenarla, pero a Los Tíos, no les faltaba, siempre tenían y nadie sabía como la obtenían ya que nunca los veían ir por ella, a pesar que tenían una gran manada de patos.
Todos se preguntaban por qué tenían patos, si no tenían agua, la curiosidad seguía, pero nadie decía nada ya que eran muy buenos y serviciales, aunque solo doña Chepita seguía con la curiosidad de saber cómo y de dónde obtenían el agua para mantener tantos animales, la casa, el jardín y toda la granja.
Tanta era su curiosidad que un día decidió vigilar por las noches, para ver si descubría cuál era la magia para vivir con plantaciones tan verdes, animales tan bonitos y todo hermoso, muy hermoso.
Doña Chepita se decía a sí misma – “¿Cómo es eso que Los Tíos nunca van a buscar agua y siempre tienen? ¿De dónde la sacan? ¿Será que tienen un pozo oculto? ¿Pero adonde, si no se ve nada por ningún lado? ¡Lo voy a descubrir!
Todas las noches se escondía detrás de un árbol, y siempre se quedaba dormida… hasta que algo muy curioso pasó. Una de esas noches, Doña Chepita muy dormida escuchó una voz que le decía: “Chepita, no seas curiosa, Los Tíos son una familia buena y por eso Dios los ayuda”.
Chepita se asusto tanto que se despertó y salió corriendo… Los patos se sacudían, estiraban las alas, hasta que de pronto todos los animales también comenzaron a hacer movimientos de regocijo. Doña Chepita quedo estupefacta, sin movimiento alguno. Los Tíos salieron muy contentos y abrieron el portón del corral, los patos iban adelante, cuando en eso comenzaron a nadar.
¿Cómo? ¿De dónde salió agua? Se preguntaba Chepita.
Los patos estaban nadando en el patio de la casa que se había convertido en un gran lago.
-¡Que maravilla, esto es un milagro, una magia, saldré corriendo y contaré a toda la comunidad lo que vi para que todos lo vean con sus propios ojos!. Se decía una y otra vez Chepita.
Pero de pronto volvió a escuchar la voz que le decía:
- No lo hagas Chepita. Y sintió las piernas tan, pero tan pesadas que no pudo dar un solo paso.
- No, mejor no lo haré, esta es una magia divina, para una familia buena, que siempre están ayudando a toda la gente que pasa por su granja; hasta a mi me han ayudado, es un secreto que no me corresponde, me callaré. Se dijo Chepita a sí misma luego de lo sucedido.
Pasaron muchos años desde que Doña Chepita decidió mantener el secreto bien guardado a pesar de la curiosidad que seguía rondado por todo el pueblo. Los Tíos seguían siendo muy bondadosos con todo el que pasaba por su pequeña granja, hasta el momento que decidieron partir del pueblo. Nadie sabe exactamente qué día fue, pero Los Tíos se fueron dejando un regalo maravilloso a todos los habitantes del pueblo, pues se les divulgó en sus sueños la existencia del “Lago mágico”.
Chepita se sentía tan feliz por lo sucedido, y aunque les sorprenda nadie del pueblo se entero que ella había sido la primera persona en descubir el secreto de Los Tios. Desde ese entonces todos los habitantes del pueblo disfrutaron a plenitud de la belleza y de las mágicas bondades del lago, recordando siempre a Los Tíos, a quienes -dicen algunos viajeros- los han visto siendo serviciales en aquellas comunidades donde el agua es muy, pero muy escasa.
Cynthia Nery Figueroa (Honduras, 1953)